martes, 22 de noviembre de 2011

Consideraciones sobre Beckett (Primera parte)

Por Jorge Palant

Se llora por nada, por llorar, por no reir. Y de a poco, una verdadera tristeza nos invade.
S.Beckett
                                                        
                 
El camino a la abstracción

Según Lawrence Shainberg, Beckett habría dicho alguna vez que “escribir era desmejorar el silencio”. (1) Sea ese el punto de partida de un recorrido que debería superar  toda tentación antibeckettiana en la manera de aproximarse a una obra cuya  estructura estimula hasta el desafío la pregunta por el “¿Qué dijo Beckett?”. Se nos ofrece la posibilidad de acercarnos al “cómo dijo?”...eso que dijo.
    Si se trata de “desmejorar el silencio”, Beckett expone rapidamente su
poética. Para Gide, escribir era “poner algo a salvo de la muerte”. Gide opera una metáfora que produce una significación. Figurable. Beckett no. Gide dice algo sobre algo. Beckett no. “Desmejorar el silencio”, son “palabras y música”. Beckett singulariza su estética desde el hueso de la lengua. Las palabras dicen lo que dicen, sin apelar al auxilio de alguna representación que soporte lo que se ha querido decir. Beckett dice en el mismo registro en el que escribe. La muerte incluye el silencio en sus figuraciones posibles, pero el silencio en sí mismo escapa a cualquier figura. El silencio, por sí mismo, es irrepresentable. Es apenas una ausencia a la espera de un pentagrama que lo desmejore.

De Beckett a Primo Levi: un artificio de lectura

 Por Jorge Palant

                                                          ¿Reconocer? ¿Qué cosa hay que reconocer? ¿He tirado mi     puta vida a las arenas y quieres que reconozca sus matices?
                                      Samuel Beckett

Non, il ne faut pas se plaindre. C’est deja extraordinaire d’echapper au massacre         
Bram van Velde

La pintura debe luchar para empujar
a un lado este mundo que no hace otra cosa que asesinar lo invisible
Bram van Velde


    Sea esta la segunda parte de las “Consideraciones sobre Beckett” (1).  
    En aquella oportunidad asomó lo que llamáramos “una argumentación en espera”. De eso se tratará.    
    Tal “argumentación en espera” se introducía por el sesgo que diera cuenta de la presencia (o no) , en la obra de Beckett, de puntos de referencia que anclaran, condujeran o recondujeran a la realidad, a la realidad en el sentido de la atracción, de la captura por las viscicitudes de los acontecimientos humanos.
    Este último término, en singular, “humano”, es el puente a través del cual le damos la escritura a Beckett. Es un fragmento de “El mundo y el pantalón”

    “Para terminar, hablemos de otra cosa, hablemos de lo “humano”.
     Es un vocablo, y también un concepto que se reserva para los tiempos de los grandes degûellos. Hace falta la pestilencia, Lisboa y una carnicería religiosa mayor para que los seres sueñen en amarse, en dejar en paz al jardinero de al lado, en ser simplissimus.
     Es una palabra que hoy día se devuelve con un furor nunca igualado. Diríase un dumdum.
     Eso llueve sobre los medios artísticos con una abundancia muy particular. Es una pena. Pues el arte no parece necesitar cataclismos para poder ejercerse.
     Los estragos son ya considerables”.

domingo, 20 de noviembre de 2011

Soledad o el fin de los medios

Por Jorge Palant
“Soledad” es el primer nombre de Soledad María Rosas, una muchacha argentina a la que el azar llevó a cumplir un destino tan inesperado como escrito en papeles inescrutables. La historia de Soledad es la que escenifica “El Colectivo. Actores y creadores”, punto de partida (quizás y ojalá) de un grupo que define su proyecto a partir de “(…) una convicción de que hay que hacer teatro porque hay historias importantes que contar”.
El texto recorta momentos de la vida de Soledad apelando a una máxima economía, la necesaria para obtener, de un relato, la suficiente fuerza dramática. Y lo consigue. Una muchacha de 23 años de clase media presumiblemente alta, (¿podría suponerse por ese campo en el que ella y su hermana montaban a caballo?) una carrera de Hotelería terminada y una perspectiva de vida en la que no asoman ni fantasías definidas ni expectativas claras de ciertos pasos a seguir. Lo que sí enfatiza el texto es el deseo de los padres de que Soledad viaje a Europa. Y que conozca el viejo mundo en su dimensión más difundida, París, la Torre Eiffel, las góndolas venecianas, el Coliseo Romano. De esa manera Soledad llega, después de un breve recorrido, a Turín, y esa ciudad será el punto en el que el azar habrá de superponerse con el destino: encuentros casuales, búsquedas domiciliarias que la llevan a compartir vivienda con Ocupas italianos, ligados entre sí por expectativas anarco-ecologistas. (La acción transcurre entre 1997 y 1998, tiempo de acción del grupo “Lobos Grises” sobre el tren de Alta Velocidad en el norte de Italia) En ese espacio Soledad descubre el amor y una militancia que pagará con la vida: sólo ocho meses bastaron para que el arco de su vida se cerrara: el suicidio de quien fuera su pareja y el suyo propio, (poco tiempo más tarde) en cárceles italianas, generaron un movimiento de repudio de gran parte de la ciudadanía. Hubo gritos, llantos y puños alzados en medio de cánticos fácilmente reconocibles en nuestras latitudes. Un punto de absurdo hace que la detención de Soledad se realice “porque para detener personas en un allanamiento la justicia italiana necesita tres como número mínimo”. Había dos implicados. La tercera, para que la regla se cumpliera, fue Soledad. De nada bastó que los padres de la muchacha demostraran que las acciones por las que la acusaban estaban fechadas en un tiempo en el que Soledad todavía estaba en Buenos Aires. El único sobreviviente de los tres detenidos quedó finalmente libre por falta de pruebas en su contra. Pero los muertos no reviven, en tanto el Estado punitivo se da el aval de manipularse a sí mismo y lamentar, a veces y para la prensa, los “daños colaterales” que produce.
Lo que el “Colectivo” consigue con esta historia es encomiable. Hay una línea definida entre el texto, la actuación y la dirección. Esta última eligió dividir la modalidad del relato en dos partes: lo que se dice desde un cierto naturalismo y lo que expresa en tono de farsa. Este reservado a las escenas (después de los arrestos y durante los juicios) por las que transcurren el periodismo y las distintas instancias de la justicia italiana. El naturalismo, mínimo, sin soslayar la actuación, sostiene el texto de los tres jóvenes detenidos y la relación (muy conmovedora en la escena de la cárcel) entre Soledad y su hermana. No acompañamos a la dirección en la inclusión de los padres de la joven en la tonalidad farsesca. Sugiere una identificación con la prensa y los poderes del Estado no justificada escénicamente e impregnada- conjeturamos- de un cierto prejuicio a partir del estamento burgués de la familia.
Un espectáculo digno de verse, en tanto consigue ir más allá del entusiasmo de teatristas jóvenes y transmitir una historia con las mejores armas de las que el teatro dispone: la palabra, el silencio y el movimiento de los cuerpos en la escena.

Ficha técnica
Título: Soledad o el fin de los medios. Texto, producción y dirección: Colectivo Cabula Teatro
Elenco: Ana Lucía Porta, María Del Valle Pereyra, Natalí Gaskins Rosado, Otti Salas, Pablo Andrés López, Samuel Olivares, Ulises Levanavicius
Reposición: marzo de 2012, sala a confirmar.

martes, 8 de noviembre de 2011

4D ÓPTICO


Por Jorge Palant
Esta nueva obra de Javier Daulte nos convoca en tres dimensiones: el hecho teatral, la estructura (dramática) del texto y alguna reflexión sobre ciertas consideraciones del autor a propósito no sólo de este texto sino del teatro como discurso estético y/o político.
La puesta en escena (del mismo Daulte) y el trabajo actoral están en notable sincronía. Los actores vuelcan  su destreza hacia una actuación que incorpora el ritmo que la dirección exige, ritmo que deviene en una musicalidad que no decae, desde el comienzo hasta el final. Y hablamos de más de dos horas de  espectáculo.