martes, 8 de noviembre de 2011

4D ÓPTICO


Por Jorge Palant
Esta nueva obra de Javier Daulte nos convoca en tres dimensiones: el hecho teatral, la estructura (dramática) del texto y alguna reflexión sobre ciertas consideraciones del autor a propósito no sólo de este texto sino del teatro como discurso estético y/o político.
La puesta en escena (del mismo Daulte) y el trabajo actoral están en notable sincronía. Los actores vuelcan  su destreza hacia una actuación que incorpora el ritmo que la dirección exige, ritmo que deviene en una musicalidad que no decae, desde el comienzo hasta el final. Y hablamos de más de dos horas de  espectáculo.
La estructura dramática del texto, que se presenta como “comedia de ciencia ficción”, nos moviliza consideraciones de otra naturaleza. Aquí es necesario, al menos, un (breve) relato de la trama: en un laboratorio, científicos acomodan las piezas de un acontecimiento probablemente revelador. Son tres hombres y tres mujeres, más una cuarta de la que se anuncia su inminente llegada. Un accidente en la experimentación genera una suerte de derrame temporo-espacial que genera una gran inquietud, la que, a medida que la obra transcurre, habrá de transformarse en la expectativa de un descubrimiento insuflado de expectativas a medida que el temor, en su declinación, permita que lo que fue un accidente adquiera una suerte de efecto manzana de Newton: la temporalidad de los acontecimientos humanos abriría la esclusa de su manipulación científica.
La presentificación de ciertos “acontecimientos humanos” abre otra escena, y el texto desplaza a los científicos a una suerte de casa/finca de extramuros en la que habrá de realizarse un recital dado por una cantante que debería ser asesinada en medio de una trama articulada por una compañía discográfica en su afán de vender más discos. El accidente de laboratorio ha generado la coexistencia de dos escenas y, a partir de ese momento, cada uno de los personajes habrá de ser, visualmente, dos: la mujer esperada, por ejemplo, llega como quién tiene cierto poder sobre el destino de esos científicos en tanto su doble será la cantante a la que se dará muerte. Ahora bien, ¿qué nos ofrece la coexistencia de esas dos escenas? Por una parte el despliegue de puesta que adquiere relevancia a medida que la obra transcurre y la superposición de escenas acentúa el ingenio con el que están trazadas. Por otra parte- y esta es la cuestión- muy poco más. Si nos contentáramos con decir que “4D Optico” es “eso”,  concluiríamos que se trata de una comedia que logra su propósito de entretener al público, y hasta divertirlo, con la risa de los espectadores como testimonio. Pero Daulte no se contentaría con creerlo, y eso nos autoriza a ir algo más lejos y acompañarlo en reflexiones sobre el teatro en general y sobre “4D Optico” en particular que no compartimos. Lo que sigue deja de lado el espectáculo en sí mismo y se interna en una nota que la revista “Ñ” le hiciera al autor (29/11) pocos días después del estreno.
A propósito de su texto, Daulte apuesta a que el deslizamiento de una escena sobre otra da cuenta del desdoblamiento del “yo” de cada uno de los personajes. Confiado en que alcanza con visualizar el cambio que cada uno de ellos experimenta al pasar de una escena a la otra (ropa, argumento, manera de hablar), se anima a sostener teóricamente ese pasaje en la duplicidad estructural del yo, eso que ha dado en llamarse el doble, y en afirmar que “4D Optico” es la manifestación en tono de comedia del recorrido de esa duplicidad, y que cada delincuente de la segunda escena recorrería el camino que hubiera podido recorrer de no haber sido un científico. Criterio este que confinaría a Dr. Jekil y Mister Hyde al museo en tanto la duplicidad yoica se liberaría de las cadenas que anudan cada fragmento con el otro. La escisión del yo es el último texto freudiano y la división del sujeto un término relevante del pensamiento lacaniano. Pero sigamos a Daulte, que, por su parte, sigue. Y se interna en la densidad del hecho teatral entre la estética y la política. Esta última parece perturbarlo, lo suficiente como para afirmar que “Shakespeare no sabía de política internacional”. Se aproxima así con cierta vehemencia a la importancia de la “libertad creativa”, cuestionándole a la política la posibilidad de causar un texto teatral en tanto la identifica con alguna obligación que se le impondría al autor para hablar de ciertos y determinados temas (Sus referencias a la última dictadura y al alivio estético que significaron los ’90 son elocuentes). Digamos que en el ínterin deja de lado algunas cosas, por ejemplo que Shakespeare no escribiera una sola obra surgida de su pura fantasía, apoyado siempre en la historia, en relatos, en textos teatrales ya escritos de los que nos dejaría su versión. En cuanto a si sabía o no de política internacional, es poco lo que podríamos decir, pero no tendríamos por qué dejar de lado el teatro político que no dejó de escribir: Hamlet (Dinamarca), Macbeth (Escocia), Julio César (Roma), Coriolano (Roma)…
En cuanto a la estética, Daulte defiende y promueve la existencia de un “teatro inútil”. Tema complicado si los hay, y difícil de articular en el caso que nos ocupa: una cosa es el lugar que aspira darle a “4D Optico” en esta categoría; otra darle consistencia a semejante nominación. Tanto de su parte como de la nuestra.
Decir “teatro inútil” nos moviliza de inmediato en dos direcciones: su lugar de oposición a “teatro útil” (términos estos que relevan la vieja polémica entre el arte útil y el arte inútil), y el lugar que lo habilitaría por sí mismo, si fuera posible, sin necesidad de oponerle nada. La vieja polémica es demasiado extensa como para internarnos en ella. En términos de la modernidad, pensemos en O’Neill o en Bertold Brecht, en la distancia que separa la proyección social de cada uno de estos autores. O en Arthur Millar y Beckett…Claro que cuando Beckett dirige “Esperando a Godot” con reclusos de un penal la poesía beckettiana desliza hacia un asfalto traqueteado, o cuando Miguel Angel Estrella interpreta Beethoven en lugares del Tucumán profundo, cosa que le valdrá sesiones de tortura en el penal de Libertad uruguayo, o cuando el nazismo utiliza la “Oda a la alegría” de la novena sinfonía del músico alemán, o cuando Picasso decide  aceptar el encargo de la República española después del bombardeo y destrucción de Guernica por la Lutwafhe alemana que había empezado a ensayar el poder de su fuerza aérea sobre la población civil de esa ciudad vasca, y después de muchísimos esbozos produce el “Guernica”… Que después habrá de prohibir, en tanto el franquismo subsistiera en España. O sea, un gesto político agregado al primero. Hasta autorizar la instalación del cuadro en España, muerto Franco y con la democracia (un nuevo gesto político). Hoy el Guernica es visitado diariamente por escolares que reciben enseñanza de parte de sus mayores, sentados frente a tan imponente creación estética…
En  fin, los criterios que dividen “el arte útil” del “inútil” no dejan de ser circunstancias que generan enfrentamientos y polémica en un espacio siempre en tensión por el debate que suscitan. Casi una banda de Moebius en la que la hormiga… es el artista.
El dilema que nos plantea la articulación que Daulte intenta entre “4D Optico” y el “teatro inútil” nos impone una categoría diferente: la del teatro inofensivo.
 



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